RELATO ALPINISMO EN PRIMERA PERSONA – GALAYOS –

En el marco de una concentración del Equipo de Tecnificación de Alpinismo de la FEXME, asistíamos al templo de las fisuras gredenses: Los Galayos. Así estrenábamos la temporada de alpinismo estival. Mientras ascendíamos por el sinuoso sendero que nos llevaba hacia el refugio Victory, observábamos todas esas fisuras y diedros que habíamos venido a buscar.

Nos reunimos antes de comenzar la actividad para trazar un plan y estudiamos las reseñas que teníamos en busca de los retos del día. Mientras tanto, era imposible evitar fijarse en esos números que acompañaban a la línea de la ruta; ese número que todos conocemos como grado y que frecuentemente es el responsable de la sugestión; el que puede marcar tu actitud a la hora de enfrentarte a un reto de escalada, como si el grado te dijera con exactitud el tamaño, la distancia o la orientación de los agarres, las técnicas a emplear o si los pequeños apoyos de pies se ajustan a tu estatura. Habitualmente, lo tratamos como una referencia de lo que somos capaz de hacer y lo que no, como una verdad absoluta.

Cualquiera que se haya movido un poco por diferentes escuelas de escalada deportiva, se habrá dado cuenta de que en cada uno de estos lugares existen opiniones diversas acerca de los grados. Pero si además comparamos esto con vías de escalada clásica en zonas más salvajes, en itinerarios abiertos hace más de 40 y 50 años y con otro estilo de escalada y otra visión totalmente diferentes, nos damos cuenta de que el grado es lo más inexacto que podemos encontrarnos a la hora de afrontar una vía. Puedes verte cómodo escalando vías de séptimo o incluso octavo grado de escalada deportiva, para luego pelear largos de quinto grado de escalada tradicional. ¿Por qué esa diferencia de sensaciones? ¿Por qué este largo de 6a me exige tanto? ¿No se supone que la dificultad debería ser la misma que cualquier otro 6a del mundo? Estas preguntas pasaban por mi cabeza mientras aseguraba a mi compañero de cordada en una pequeña repisa de la Aguja Negra.

El grado siempre será objeto de debate, más aún hoy en día donde todo tiende a compararse; pero lo que no hay duda es que en el alpinismo, lo físico es sólo una pequeña parte de un todo muy amplio y variable: factores como el psicológico, la lectura del terreno, la intuición, la gestión del material, la influencia de la meteorología y la toma de decisiones en situaciones de tensión, no se pueden entrenar a base de hacer series.

Entonces, ¿cómo pueden adquirirse los conocimientos y habilidades necesarias para moverse por un terreno tan complejo? Creo que la experiencia nos acabará dando respuestas cada vez a más situaciones. Volver una y otra vez a la montaña para tener nuevas vivencias puede ser lo más parecido a hacer series que podemos plantearnos. A partir de ahora, aprender algo nuevo será un objetivo de cada actividad. La experiencia es un grado.

Moisés Paniagua Fernández

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